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Intervención y desafío: Martín La Rosa
y el arte del copista
por Laura Feinsilber

Una exposición que sorprende por la técnica empleada y por la mirada del autor sobre varios de los clásicos del arte de Occidente.

¿Es Martín La Rosa como los copistas que se ven en los grandes museos? ¿Intenta demostrarnos su gran capacidad técnica para decir “yo puedo pintar a la Vermeer, a la Ghirlandaio, a la Leonardo” en pleno siglo XXI? La tentación debe ser grande para un artista que posee gran dominio técnico, también demostrarse que es capaz de un desafío contra la corriente, contra aquellos que piensan, aunque no se atreven a decirlo, que todo eso es cosa del pasado, que no tiene retorno y que en plena era tecnológica no tiene cabida.

Entrar en Otto Galería es viajar al Thyssen de Madrid, al Museo Nacional de Cracovia, al Metropolitan neoyorkino, al Mauritshuis de La Haya, entre otros.

En “Modos de ver”, John Berger señala que hoy vemos al arte del pasado como nadie podía verlo antes, lo percibimos de otra manera. Así sucede mientras nos deleitamos en la versión La Rosa, a veces intervenidos con calados, fragmentos, troquelados de “La dama del armiño” y recordar que ese mamífero de hocico afilado – la anécdota cuenta que en realidad era un hurón – era el emblema de Ludovico Sforza a quien se lo apodaba el “ermellino” (“armiño” en italiano) y al que estaba unido su joven amante, Cecilia Gallerani.

Qué decir del emblemático cuadro de Vermeer, “La joven de la perla” sobre el que se inspiró la norteamericana Tracy Chevalier para su novela histórica escrita en 1999, también convertida en película. Cuadro seductor, la mirada de la joven por sobre su hombro, los labios entreabiertos, el exotismo del turbante, la mirada protagonista y el foco de luz en la perla, elemento recurrente en los retratos de Vermeer.

Y así podríamos seguir con Giovanna Tornabuoni de Doménico Ghirlandaio, La Infanta María Teresa de Velázquez, Retrato de una Joven de Petrus Christus y otros homenajes de Martín La Rosa a la mujer, al género del retrato, que nos cuenta de una época, de una sociedad, de una persona en concreto. No en vano la muestra, bajo la curaduría de Eduardo Stupía, se titula “La cita”, material ajeno como recurso que escritores y pintores han utilizado y utilizan a través del tiempo, para darnos a conocer sus reflexiones, intereses, pasiones y que entre las alusiones mencionadas por el curador está la de “apoderarse de aquel implacable objeto del deseo”.

Según nos confiesa La Rosa, además de obsesionarse por imitar la pincelada de estos artistas, importa lo que le sucede: la seducción que siente por esa pintura, su gran enamoramiento por el acto de pintar y la libertad para hacerlo.