Martín La Rosa: pintor de la existencia
por Rafael Squirru

Fue poeta, conferencista, crítico de arte y ensayista.

Martín La Rosa , tiene ancestros itálicos. Es un hombre joven de 31 años, está casado y tiene un hijo. Trabaja en Buenos Aires en su taller de la calle México. Es autodidacta. Al muy poco tiempo abandonó sus estudios en la Pueyrredón porque con la misma honestidad de Salvador Dalí, descubrió que no estaba en la Escuela de Bellas Artes lo que buscaba.

A partir de entonces fueron los viajes, los museos, la admiración por los maestros del Renacimiento, la admiración por Vermeer, por los autorretratos de Rembrandt, la admiración por el mural de Guillermo Roux en el Banco de Boston.

Martín está descubriendo la música de los clásicos y se apresta a la lectura de obras cumbres que acompañen su gusto por Saramago.
También le interesan las pinturas de Lucian Freud y de Giacometti.

La gran obsesión de Martín es el espacio y la luz, captados dentro del mayor de los realismos posibles, en telas que van desde lo pequeño a lo grande, golpeándonos con sus tremendos silencios.

Sus amigos, recostados sobre una mesa, asomados al borde de un escritorio, simplemente sentados. Manzanas, vasos sobre paños blancos y paredes también blancas, hay un toque de ascetismo en estos trabajos en los que la perfección de la técnica no molesta. Resulta evidente que el tema no pasa por pintar bien, sino por pintar ese algo del que hablaron los existencialistas. Existo, luego pienso, antes que Pienso, luego existo.

El acento está puesto en el Existir, por ello lo considero un pintor, valga la paradoja, esencialmente existencialista. La Rosa me recuerda a Sartre, Kierkegaard, a Gabriel Marcel. Se trata de un artista de excepción que deslumbra con su talento.