Martín La Rosa, retratista de la naturaleza humana.
Nota en el diario El Tribuno de Salta, con motivo de su muestra «Diálogos» en el MAC Museo de Arte Contemporáneo de Salta.
por Fernanda Abad
Mayo 2017
En todo el piso superior del Museo de Arte Contemporáneo se expone la muestra “Diálogos”, del artista Martín La Rosa. Se trata de retratos humanos: rostros, manos y espaldas. Apenas la mirada se posa en las telas de gran formato, pintadas en escala de grises, toda certeza trastabilla y hasta hace falta la aclaración: no son fotografías, son pinturas; no respiran, pero parece. El trazo realista de La Rosa transciende lo meramente visual. La maestría del artista consigue captar perfectamente la naturaleza viva, el sutil halo de la existencia humana. Traslada a la tela sus modelos con asombrosa calidad técnica y gran meticulosidad. El resultado: las pinturas susurran… Y después de esa primera impresión -casi seguro- empieza el “diálogo”.
La muestra del artista nacido en Buenos Aires permanecerá habilitada en Zuviría 90 hasta el 28 de mayo. Se trata de más de 40 óleos sobre tela y papel, más una instalación.
¿Sentís que hay un renacer de la pintura naturalista o academicista en el arte contemporáneo?
No lo sé, lo que sí se es que siempre habrá quienes hagan una pintura realista. Siempre hubo y habrá grandes referentes en el arte que intenten atrapar una mirada, reflejar una sensación, plasmar con pinceladas las emociones de una imagen en una pintura. También entiendo que muy poca obra de la que llamás pintura naturalista o academicista o clásica, es buena, muchas veces artistas con una gran calidad técnica se quedan en la superficie y la obra carece de profundidad. En lo personal no veo mucha diferencia entre una obra figurativa y una abstracta, por ejemplo; las dos, cuando llegan a ser verdaderas, me hablan de lo mismo.
¿Quiénes suelen ser tus modelos? En el caso puntual de esta serie, ¿a quiénes retrataste?
Mis modelos generalmente son personas que conozco, personas a las que, por algún motivo, me despierta interés retratarlas. Amigos, colegas, mi familia, mi mujer, mi hijo. Al realizar un retrato es muy importante para mí el parecido físico, que la persona se reconozca e identifique en la obra. Pero también es muy importante el aspecto psicológico, y ahí entra a jugar mi relación con esa persona y el sentimiento que tengo hacia ella. Hay una serie de factores que influyen en un retrato, estados de ánimo, situación y lugar al momento de comenzarlo y realizarlo… He hecho muchos retratos de personas que no conozco, pero a esto trato de solucionarlo con algunos encuentros previos y algunos cafés de por medio.
En tus pinturas, antes de empezar tenés una tela blanca y tu material de trabajo y, después, aparece alguien mirándote… Contame cómo vas experimentando ese proceso.
Obviamente, siempre que empiezo una obra ya tengo la idea de lo que quiero en la cabeza o en algún bosquejo muy rápido en un papel. En toda esta serie que presento en el MAC siempre hubo una fotografía previa, la que muchas veces actúa como boceto. En el caso de los retratos, tomo una serie de fotos de la persona, elijo una, decido el tamaño de la obra -siempre en forma un poco intuitiva-, hago un dibujo sin demasiado detalle, casi de ubicación, y luego con óleo y pincel empiezo a manchar la tela de a capas diarias y con la fotografía delante. Luego, a mitad de camino de la obra, dejo la foto de lado y trabajo desde el recuerdo de la persona, la situación y mi relación con ella. Es ahí donde empiezan a aparecer cosas que en la fotografía no encuentro.
Hablame específicamente de los ojos de tus retratos… ¿Cómo se logra plasmar la expresividad de una mirada?
La mirada en las personas dice mucho. Todos, en mayor o menor medida, cuando vemos a una persona detectamos por sus ojos y su mirada, su estado de ánimo. Entiendo que la mirada es particularmente relevante en un retrato y también sé que tengo, después de muchos retratos, mi visión un poco entrenada para ver el aspecto exterior, pero también el interior del retratado. Para llegar a un buen resultado es necesario también ser un poco psicoanalista.
¿Te interesa que tus retratados se vean reflejados por completo en tus obras? ¿Que se “reconozcan” en ellas?
Sí, absolutamente. Como decía antes, mis retratos los termina la mirada del retratado. Sin esa mirada de aprobación la obra no tiene fin. Es más, la idea es siempre ir un poco más allá y que la persona retratada se redescubra y vea en su rostro mi mirada. Justamente, este es uno de los motivos por los que la muestra se llama “Diálogos”: el retrato es un intercambio de sensaciones, emociones y palabras, sin esto no hay posibilidad de que llegue a ser una obra.
¿Qué opinás de las justificaciones postobra?
A todos nos interesa escuchar a los artistas explicar, justificar qué es lo que quisieron hacer o decir. Es lo lógico, el tema es que muchas veces la obra surge y en el mejor de los casos el tiempo decanta y nos habla. Generalmente hacemos y terminamos una obra y no sabemos por qué la hicimos. Muchas veces descubro en palabras de quien mira mis trabajos el porqué los hice, y eso es fantástico, abrumador, una gran experiencia. Otras veces se quiere explicar lo inexplicable, el concepto pasa a ser más importante que la obra.
La muestra tiene una sala dedicada a tu “Diálogo con Rembrandt”, ¿qué motivó esta reversión?
Siempre el pintar es un “diálogo”, una forma de autorretrato. Hay diálogos externos y otros más íntimos en esta muestra. Cuando tengo la posibilidad de viajar a New York, lo primero que hago es ir a la Frick Collection, un pequeño y maravilloso museo, a encontrarme con Rembrandt, un fantástico autorretrato. El artista, quien estaba en bancarrota, se pinta como un soberano, lujosamente vestido y sentado en su trono, con una expresión maravillosamente indescriptible, que me dice que era “pintor” a pesar de todas las circunstancias. Una de las pinturas más logradas de la historia.
Ese autorretrato de Rembrandt y mi admiración hizo que, a manera de juego, tuviera la necesidad de “reinterpretarlo”, un poco para estudiar su pincelada, un poco par ver cómo se veía cortándolo, agrandándolo, en blanco y negro, etc… El juego me entusiasmó y seguí con otras obras, algunas más y otras menos conocidas, pintando detalles, sumando objetos e imágenes a las mismas.
En otra sala están las pinturas de la serie “Manos”… La primera impresión es que no hace falta pintar rostros para dejar en evidencia la diversidad de la tipología humana…
Cualquier parte del cuerpo que se pinte es un retrato más o menos explícito. El pintar estas parejas tomadas de la mano es un maravilloso desafío para mí. En estas obras, el “diálogo” no es con una sola persona, sino con dos, pero especialmente con la relación que existe entre ellas. Tomarse de las manos es un gesto íntimo de dos personas que se quieren. Al posar se brindan en el gesto y me brindan la enorme posibilidad de atraparlos con la mirada. En la muestra están las manos del maestro Guillermo Roux y su mujer Franca, las de mis padres, la de mi mujer y la mía, y las de diferentes parejas que se fueron y siguen sumando puntualmente al proyecto que espero poder reunir en una futura muestra.